Hablemos de suicidio
Hoy quiero hablar de un tema delicado pero indispensable: el suicidio. No es fácil abordarlo, pero el silencio solo agrava el problema. La dificultad de nombrarlo, de atravesarlo por palabas, es parte del problema en casos de ideación suicida. Así que intentaremos explorar este fenómeno desde varios puntos de vista, para compartir herramientas que nos permitan hablar al respecto y, ojalá, prevenirlo. Quiero que pensemos en la complejidad del suicidio desde sus implicaciones neurofisiológicas y psicológicas, pero también desde factores sociales y culturales, como el estigma y la vergüenza, para compartir estrategias puntuales, tanto para las personas que están atravesando este momento por ideación suicida, como para las familias. Si sientes que no hay salida, por favor, busca ayuda. El Ministerio de Salud tiene una línea de asistencia en salud mental en el número 171, opción 6; también puedes acercarte a un hospital general o un hospital psiquiátrico, o puedes agendar una cita con un psiquiatra y con un psicólogo de tu confianza.
Aunque el suicidio no es tan
común, el daño que genera es muy intenso. Los duelos por suicidio son
difíciles, y el riesgo de suicidio en la familia puede aumentar. En el mundo,
más de 720,000 personas mueren por suicidio al año, siendo la tercera causa de
muerte en jóvenes de 15-29 años. La tasa mundial es de 12.3 por 100,000 en
hombres y 5.9 en mujeres (2021). En Ecuador, la tasa es de 7.56 por 100,000
(2021), y es más frecuente en la sierra del país. Factores como trastornos
mentales, abuso de sustancias y aislamiento, como ocurrió en la pandemia,
contribuyen, y el riesgo es mayor en hombres jóvenes.
No todos los suicidios se
registran: el subregistro puede ser del 10-50% por estigma (familias lo ocultan
por vergüenza o legalidad), falta de estándares en certificados de defunción, y
clasificación errónea como accidentes (ej. choques vehiculares o sobredosis). En áreas rurales o países en desarrollo
como Ecuador, esto es más común.
Ahora bien, ¿qué pasa en tu
cerebro? La ideación suicida está ligada a alteraciones funcionales en
circuitos cerebrales, como cambios en la conectividad neural que afectan el
procesamiento emocional y la toma de decisiones. Por ejemplo, niveles elevados
de cortisol (la hormona del estrés) se observan en personas con intentos
suicidas, lo que indica un desequilibrio en el eje
hipotálamo-pituitario-adrenal. Imágenes vívidas de "flash-forwards"
(imaginaciones futuras de suicidio) involucran regiones como la corteza
prefrontal y el sistema límbico, exacerbadas por trastornos como depresión o trastorno
de estrés postraumático. Estas
alteraciones neurofisiológicas hacen que el dolor emocional se sienta
abrumador, pero son tratables con terapia y medicación. Cuando se corrige la
neuroquímica y se modifican tus pensamientos, tienes un alivio.
Usualmente, los protocolos de
medicación se basan en tu diagnóstico, a partir del cual el psiquiatra recetará
entre medicamentos antidepresivos, estabilizadores del ánimo, ansiolíticos y
antipsicóticos, en función de lo que necesites tú. Además, el tratamiento debe
incluir psicoterapia para facilitar el cambio en los pensamientos que se
encuentran detrás de la ideación o el intento de suicidio.
El estigma social alrededor del
suicidio crea un círculo vicioso. Muchas personas sienten vergüenza profunda,
viendo el suicidio como una "debilidad" o "falta moral", lo
que las disuade de pedir ayuda. Esto es peor después de un intento: los sobrevivientes
enfrentan críticas, aislamiento o miedo a ser hospitalizados forzosamente, lo
que aumenta el riesgo de reincidencia.
El estigma internalizado no solo impide que cuentes lo que estás sintiendo,
sino que puede elevar el riesgo suicida al reforzar sentimientos de inutilidad.
En culturas como la ecuatoriana, donde el tema es tabú, esto se agrava por
presiones familiares o religiosas. Las familias se enfrentan a una situación de
la que no saben lo suficiente, sin los recursos necesarios para poder apoyar a
quienes pasan por esto, con sentimientos encontrados de culpa, miedo, vergüenza
y enojo, y los altos niveles de ansiedad
pueden llevarlos a evitar este tema, sin enfrentarlo de frente. Pero, ¿qué se
puede realmente hacer?
Si un familiar expresa ideación
suicida, actúa con empatía, no con pánico. Escucha sin juzgar: di cosas como
"Estoy aquí para ti" en lugar de "No seas tonto/a". Evita
minimizar ("Todos pasamos por eso") o avergonzar, ya que eso aumenta
la culpa. Si te da miedo o vergüenza, reconoce tus emociones, y busca apoyo
para ti como familiar en grupos o terapeutas, para que adquieras herramientas
útiles para poder apoyar a tus seres queridos.
No guardes el secreto por proteger a nadie, pues el riesgo se mantiene;
más bien asegúrate de involucrar a un profesional de la salud mental. Tu rol es
apoyar, no "arreglar" todo por tu cuenta.
Si enfrentas ideación suicida, sigue
este camino. Primero, reconoce el problema: Admite tus pensamientos sin
autocrítica. Llama a una línea de crisis inmediatamente (ej. 171 opción 6 en
Ecuador). Segundo, busca ayuda profesional: Contacta a un terapeuta o
psiquiatra. Terapias como la terapia cognitivo conductual ayudan a manejar
pensamientos. Luego, crea un plan de seguridad: Identifica desencadenantes,
quita medios letales (armas, pastillas) y lista contactos de emergencia.
Además, conecta con apoyo: Habla con amigos y familia o únete a grupos de
soporte. Reduce tu aislamiento, considera que las perspectivas de los demás nos
ayudan a estabilizar nuestros pensamientos. Sigue tu tratamiento: Toma
medicamentos si te los recomienda tu psiquiatra, asiste a sesiones y monitorea tu
progreso. Si recaes, ajusta el plan.
Ahora, si alguien más en tu
familia enfrenta ideación suicida, una recomendación importante consiste en
preguntar directamente: "¿Estás pensando en suicidarte?" Muestra que
te importa, y aborda al elefante en la sala. Toma al toro por los cuernos.
Además, aprende a escuchar activamente, sin juzgar y sin intentar corregir o
contradecir lo que la persona en crisis dice. Ofrece compañía sin presionar,
pues esto facilita una puesta en palabras – y ya no en acto. No descuides la
seguridad: Quita acceso a medios letales y no dejes sola a la persona en
crisis. Sobre todo, conecta con recursos: Ayuda a buscar terapia, acompaña a
citas o contacta servicios como el Ministerio de Salud Pública en Ecuador.
Finalmente, cuida tu propia salud mental si necesitas tu propio espacio
terapéutico; apóyate en amigos y familiares y no cargues por tu cuenta con esta
situación. Al mismo tiempo, celebra los avances y los pequeños logros.
El suicidio puede prevenirse,
pero también tenemos que saber que no es tan fácil. De cualquier manera, algo
concreto que podemos hacer es hablar del tema abiertamente, con disposición de
entender y de aprender para poder apoyar a quienes lo necesitan. Comparte este artículo
si sientes que te ha ayudado o que podría ser de utilidad a otras personas. Si
quieres agendar una cita, yo puedo acompañarte en Cumbayá, y también de manera
virtual.