Hablemos de suicidio

A veces pensamos que, con decir "ansiedad", ya sabemos de lo que estamos hablando, lo que significa para cada uno de nosotros. Lo cierto es que la ansiedad se experimenta como un rompecabezas de piezas desordenadas que no siempre encajan: un latido que se acelera sin motivo aparente, un pensamiento que da vueltas como un disco rayado, una opresión en el pecho que parece gritar “algo está mal”, aunque no sepamos qué. Es fragmentada, caótica, y a veces se siente como si cada síntoma fuera un invitado no deseado que llega a la fiesta de nuestra mente sin anunciarse. Pero, ¿y si en lugar de pelear con esos fragmentos, les diéramos forma? ¿Y si los convirtiéramos en un personaje con el que pudiéramos dialogar, entender e incluso trabajar? Como psicóloga en Cumbayá, Quito, ayudo a manejar la ansiedad con terapias personalizadas adaptadas a la vida cotidiana de Ecuador. Aquí te muestro un ejemplo:
Cada persona experimenta la ansiedad de manera única, pero hay hilos comunes que tejen su presencia. Estos son algunos de los fragmentos más frecuentes:
Estos fragmentos no siempre llegan juntos. A veces, solo aparece uno, como un actor solitario en el escenario. Otras veces, se presentan todos a la vez, hablando al unísono y exigiendo tu atención. Tratar de controlarlos puede sentirse como intentar atrapar agua con las manos: cuanto más lo intentas, más se escapa.
Aquí es donde entra la idea de convertir la ansiedad en un personaje. No se trata de romantizarla ni de ignorar su impacto, sino de darle una forma tangible para que deje de ser un monstruo borroso y oscuro. Al personificarla, podemos observarla desde afuera, negociar con ella, incluso desafiarla. Aquí hay algunos pasos para crear tu propio “personaje de ansiedad”:
Personificar la ansiedad tiene un efecto curioso: la saca de tu interior y la coloca frente a ti, como un adversario con el que puedes debatir en lugar de un peso que te aplasta. Este enfoque está inspirado en técnicas como la terapia narrativa, que usa historias para reconfigurar nuestra relación con las emociones difíciles. Al darle un nombre y una forma, la ansiedad deja de ser un enemigo omnipotente y se convierte en algo con lo que puedes trabajar, como un compañero de viaje molesto pero manejable.
Además, este proceso fomenta la autocompasión. En lugar de culparte por sentir ansiedad (“¿Por qué no puedo simplemente relajarme?”), puedes reconocer que estos fragmentos son parte de una experiencia humana compartida. Tu personaje de ansiedad no es un defecto; es solo una parte de la complejidad de ser humano.
La ansiedad seguirá siendo fragmentada, un mosaico que cambia de forma según el día. Algunos días, sus piezas serán pequeñas y manejables; otros, parecerán un vitral roto que no sabes cómo recomponer. Pero al darle un personaje, le das un marco, un lienzo donde esos fragmentos pueden coexistir sin definirte.
Así que, la próxima vez que sientas ese nudo en el pecho o ese pensamiento que no para de girar, prueba esto: nómbralo, dale un rostro, escucha lo que tiene que decir y ofrécele opciones. Puede que no desaparezca, pero tal vez, solo tal vez, se convierta en un compañero con el que puedas caminar, en lugar de un peso que te detiene.
Imagen de Eveline de Bruin en Pixabay